A comienzos de este mes, el Ministerio de Industria puso en marcha la segunda edición de su campaña a favor del software legal. La campaña, que está enmarcada dentro del plan “Avanza2” (alguien debería hablar seriamente con el que pone los nombres a los planes gubernamentales) costará 250.000 euros de nuestros bolsillos y estará destinada a concienciar a los distribuidores y tiendas de informática malvados para que no nos cuelen programas o software pirata.
En la campaña participa también la Business Software Alliance (BSA), asociación contra la piratería de las principales marcas de software. Y un organismo que acaba de iniciar una campaña en Estados Unidos en la que se compara la piratería informática con la de verdad, la marítima. La de los barcos de Somalia. Así de contundente.
Lo mejor del asunto es que los autores de la campaña titulada “Las caras de la piratería en Internet” no tienen ningún reparo en hacer esta comparación a la hora de mandar mensajes a los periodistas y citan la reciente actuación del ejército estadounidense para abatir a tiros a un grupo de piratas (navales) somalíes. Además, en su página web cuenta con un vídeo en el que aparecen varios sujetos explicando cómo compraron o vendieron software ilegal. Estas mini-entrevistas están trufadas de imágenes de las fuerzas del orden haciendo registros e interviniendo a tiro limpio en nidos de delincuentes.
En un momento en el que cada vez más gente se cuestiona si denominar “piratería” a la copia de archivos protegidos con copyright, va la BSA y se le ocurre la analogía más abusrda y sensacionalista del año para intentar hacer pensar al ciudadano estadounidense que, si se baja un programa comercial de las redes de intercambio, acabará en Guantánamo.
Si utilizáramos la misma lógica que la BSA, podríamos hacer también comparaciones absurdas con las sociedades de gestión de derechos de autor. Al fin y al cabo las entidades defienden los derechos de autor. O sea que podrían considerarse paladines de los mismos. Los paladines son una cosa muy parecida a los cruzados, que eran guerreros de la fe. Y, claro, los guerreros religiosos son fanáticos, que es otra forma de decir integrista radical y”¦
Vía: Cnet News / Fotos: Stijn Vogles / Joriel Joz Jimenez
Sobre lo de paladines, la analogía no procede. Los tales paladines actuaban por un ideal. Esta gentuza actúa por dinero simplemente.
Sí procede decir que el canon es en nuestra época lo que el diezmo en la Edad Media: lo recaudan los poderosos (los amos feudales entonces, el Estado ahora) en nombre de instituciones privadas (la Iglesia entonces, las "entidades sin ánimo de lucro" ahora) para beneficio de ambos, y por supuesto sin pedirle la opinión al pueblo llano (el mismo hoy que antes, que tenía la misma capacidad de protesta tanto entonces como ahora, a pesar de que nos parezca que).
Cuando los joderes públicos reaccionan con campañas tan "abusrdas" (ojo a la errata) es que ya no tienen argumentos, o que los publicistas que contratan son muy estúpidos.
Pero fíjense en un par de detalles.
Un ministerio usa el dinero público para hacer campaña a favor de una entidad privada sin ánimo de lucro (que se lucra gracias a todos nosotros). Estupendo.
En esa campaña se gastan en tiempo de crisis 250.000 euros (41 kilos de las pesetas de antes; 325.000 dólares). Lo que más necesitamos los ciudadanos es que se gaste el dinero público en insultarnos y amenazarnos. Muy bien.
En esa campaña (como en todas las que organizan sobre el tema) se nos presenta además como unos delincuentes que al contrario de la lógica normal somos culpables siempre, razón por la cual nos castigan a priori con el diezmo o canon. Algo parecido al concepto de "guerra preventiva" que llevó a invadir Irak. Maravilloso.
En esa campaña se compara el compartir archivos con delitos tan graves como la piratería, y nos amenaza con castigos varios.
¿Qué es lo que veo yo? Un par de cosas: los joderes están cagados, han visto que les cuesta ponerle puertas al campo, y la única manera de hacer algo es tratar de instaurar el terror en las mentes de los internautas.
Y otra: se dice mucho, pero es que es una realidad, el ciberfascismo ha llegado, la pesadilla de Orwell ya está aquí.
Lástima que aún haya gente dispuesta a plantarles cara a esos nuevos fascistas disfrazados de modernos que usan blackberrys y redes sociales, pero que lanzan por esos medios modernos los mismos mensajes de siempre: sométanse a nuestra voluntad o aténganse a las consecuencias. Pues a mí no me sale del router, yo voy a seguir con el mulo abierto, es la úna revolución posible (y efectiva, y cómoda, oyes) hoy en día.