El móvil como sistema de pago inspira la misma confianza que el típico «gorrilla» que nos pide alguna moneda suelta por hacer un par de aspavientos mientras aparcamos. Al menos en España, donde sólo el 1% de los ciudadanos usa el teléfono para comprar a través de Internet o realizar transacciones bancarias. Según un estudio de Unisys, los españoles somos los más reacios a este sistema en Europa, donde la media de uso se sitúa en el 9%.
Que tampoco es que la media europea sea para tirar cohetes. Y el principal motivo es la desconfianza. Eso de andar tecleando nuestras claves bancarias en el móvil no es considerado muy seguro por el 60% de los encuestados en España, Francia, Alemania, Holanda, Italia, Bélgica y Reino Unido. Los alemanes, con un 21% de uso, son los que más usan el móvil como sistema de pago.
A las dudas sobre la seguridad del sistema, habría que añadir su incomodidad: hay que darse de alta en un servicio especial, asociarlo a nuestra cuenta bancaria y teclear manualmente los nombres de usuario y contraseñas, entre otros agradables y agilísimos pasos (notese la ironía). Y lo mismo pasa con los sistemas que prometen pasar el móvil por un lector como si fuese una tarjeta de crédito: a todo lo anterior, hay que sumarle un móvil con tecnología NFC, una tarjeta SIM especial e instalar un programita (y aprender a usarlo).
Ahora bien, si te lo diesen todo mascadito y encima con descuentos especiales, otro gallo cantaría. Es lo que se está haciendo con los móviles-bonobús de Málaga. Pero claro, sólo durante las pruebas-piloto, para que todos los participantes acaben la mar de satisfechos y así luego se pueda lanzar el sistema para el gran público con los mismos inconvenientes de siempre.