Robots sexuales, ¿el futuro de las relaciones humanas?

«Al final, los robots nos quitarán el trabajo». ¿Cuántas veces hemos dicho esta frase? Probablemente muchas. Y lo cierto es que este mal augurio ya se está materializando en las empresas más punteras. Que apuestan por los robots en lugar de la fuerza humana, con el objetivo de ahorrar costes, ser más eficientes y aumentar la productividad. Los robots no se quejan. Y tampoco se van de vacaciones.

Pero, ¿qué hay de las relaciones humanas? En el CES 2018 de Las Vegas se ha presentado el enésimo robot de compañí­a. Aunque en este caso – seamos concretos – el robot se llama Harmony. Es, de hecho, un androide femenino sexualizado, con el que su creador pretende sustituir la presencia humana en el más í­ntimo de los sentidos.

Su creador se llama Matt McMullen. Es un humano que tení­a en mente sacar a relucir al mercado el primer robot sexual comercial. Y hacerlo a finales de 2017. Y si bien también tení­a la idea de sacar una versión masculina del robot, lo que ha aparecido es una mujer artificial, cuyas proporciones son parecidas a las de una estrella porno despampanante.

Si bien 2017 no fue el año de Harmony, McMullen se ha dedicado a trabajar duro para que la androide pudiera salir al mercado. Él y su equipo han mejorado el sistema de inteligencia artificial del robot, alojado en su cabeza.

De hecho, esto es lo que es Harmony. Una cabeza que se mueve y un rostro que reproduce expresiones faciales. Poco más. También puede repetir frases y recitar algunos chistes de memoria. Si llega pronto al mercado, probablemente a finales de este mes, su precio rondará los 10.000 dólares. Esto es, algo más de 8.000 euros al cambio actual.

¿Son los robots sexuales el futuro de los solitarios?

Algunas personas ya han optado por instalar un robot en sus vidas. Los creadores de la muñeca que puedes ver en el siguiente ví­deo, April, argumentan la existencia de este tipo de robots por la necesidad de adaptar las relaciones sociales a las vidas de las personas.

¿Por qué? Dicen que mucha gente percibe estas relaciones como una obligación. Y en ese caso, los robots son perfectos. Porque nunca (esperemos) te pedirán explicaciones de por qué no has llamado. Con ellos no hay lugar para las discusiones. La compañí­a es incondicional. Y la convivencia puede ser aparcada en cualquier momento.

Pero hay inconvenientes. Los robots tienen algo de espeluznante que es difí­cilmente explicable. Bueno, a esta sensación alguien le puso un nombre. Es la teorí­a del valle inquietante, desarrollada por Masahiro Mori, un profesor experto en robótica que publicó su tesis en 1970.

El uncanny valley o valle inquietante afirma que cuando una réplica antropomórfica se asemeja demasiado en apariencia y comportamiento a un ser humano real, la respuesta de los humanos es de absoluto rechazo. Distintos ensayos y teorí­as hablan sobre lo inquietante que puede resultar acercarse a una identidad de estas caracterí­sticas. Así­ que para muchos, es posible que la presencia y compañí­a de estos androides no les suscite bienestar. Sino todo lo contrario.

Robots famosos en todo el mundo

Harmony promete ser la primera robot comercialmente viable. Pero antes han existido muchas otras creaciones, que aunque no hayan salido de los laboratorios, son reales. Y tienen un artí­fice de carne y hueso. Hiroshi Ishiguro es uno de los personajes más inquietantes que conocemos en el mundo de la robótica. Casi tanto como sus robots: cinco con apariencias muy distintas.

Uno de los proyectos más importantes del director del Laboratorio de Inteligencia Robótica de la Universidad de Osaka (Japón) es Actroid. Un robot humanoide con una apariencia y unos movimientos faciales prácticamente reales. Aunque, no contento con ello, Ishiguro también ha creado un robot idéntico a sí­ mismo. Dice que quiere estudiarse. La piel del robot es de silicona y el pelo es real, heredado de su propio dueño.

Pero no basta con las apariencias. El objetivo de estos expertos en robótica pasa por introducir en estos humanoides dos actitudes muy humanas: la intención y el deseo. ¿Por qué? Pues porque sin esos dos componentes, los robots carecen de emociones. Y de este modo, tampoco pueden comprender las emociones de los humanos a quienes intentan acompañar. E incluso remplazar.

La inteligencia artificial tiene un papel fundamental en el futuro de los robots. Sophia es un buen ejemplo de ello. Aparte de tener una expresión facial súper realista, esta robot es capaz de responder preguntas y dar largas explicaciones. Y aunque se trata de una robot de laboratorio, capaz de atender la recepción de una oficina o llevar a cabo tareas simples, ¿quién nos dice que no pueda convertirse en una buena compañera de piso?

En este ví­deo la puedes ver jugando a piedra, papel y tijeras al estilo robot. E incluso haciendo chistes sobre sus planes para dominar el mundo. Pero ella no es la única.

Robots femeninas, robots sexualizadas

Pero los robots no suelen ser masculinos. Los que tienen una apariencia humana, salvando el caso de Sophia y seguramente de Actroid, están completamente sexualizados. Son robots, pero emulan el tópico de la muñeca hinchable: un trozo de plástico que algunos vienen usando desde hace años para satisfacer sus necesidades sexuales.

Samantha es más de lo mismo. Sergi Santos, su creador, ha desarrollado un robot sexual que se comercializa en todo el mundo. Cuesta entre 2.000 y 4.000 euros y se va adaptando a los gustos sexuales de su dueño. Indica Santos que incluso puede llegar al orgasmo al mismo tiempo que su pareja humana.

Está dirigido a solteros, separados y a todos aquellos que contribuyen al nefasto negocio de la prostitución. Santos cree que uno de los obstáculos que impiden el impulso de las ventas tiene que ver con el precio y la verguenza. Sin embargo, cree que dentro de veinte años habrá fábricas en todo el mundo produciendo 20.000 robots sexuales al mes, indica en una entrevista al diario Público.

La empresa creadora busca mujeres que presten su voz a estos robots. Ahora en español. Los cuerpos exuberantes, los pechos grandes y las largas melenas ya los pone la casa. Las muñecas tienen que tener voces sensuales para que sus propietarios puedan hacer de las suyas. Sentirse acompañados y satisfacer sus peticiones sexuales. ¿Esto era el futuro? ¿De verdad?

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