La fiebre por la constante renovación nuestros gadgets tecnológicos puede salir cara: en España se registran aumentos de hasta un 20% al año en la cantidad de residuos procedentes de productos electrónicos. En nuestro país, cada ciudadano genera de media unos 17 kilogramos de desechos electrónicos cada año.
Chatarra y basura tecnológica, en constante aumento
De entre todos los tipos de residuos que se generan en España, la categoría de la chatarra electrónica es la que más crecimiento está experimentando en los últimos años. En concreto, la cantidad crece a un alarmante ritmo de un 20% anual.
Estos son solo algunos de los datos recogidos por Eurostat y Naciones Unidas. Se cree que las razones principales que provocan el crecimiento desmesurado en la cantidad de residuos tecnológicos son, sobre todo, el aumento de consumo de estos productos y un tratamiento pésimo de los componentes cuando los aparatos dejan de usarse.
Los expertos en reacondicionamiento de gadgets tecnológicos calculan que con un tratamiento adecuado se podrían reutilizar hasta el 90% de los componentes de los productos tecnológicos, pero en España no hay esfuerzos suficientes en esa dirección y gran parte de los productos que adquirimos (ordenadores, smartphones, etc.) acaban convertidos en desechos y chatarra.
A nivel mundial, los datos también son alarmantes: cada año se generan aproximadamente 50 millones de toneladas de este tipo de residuos y el crecimiento se sitúa entre el 16% y el 28% cada cinco años. Un informe de las Naciones Unidas sostiene que alrededor de la mitad de los países de la Unión Europea no cumplen las regulaciones que existen sobre el tratamiento de residuos.
Y parece que en general en muchos países del mundo se presta poca atención a este problema, ya que existen normativas demasiado difusas o poco existentes, que ofrecen pocos incentivos para la reutilización y el reciclaje, o que establecen penas y multas demasiado leves para las infracciones.
Graves consecuencias para el medio ambiente
Muchos de los residuos electrónicos generados acaban acumulados o depositados en grandes vertederos sin ningún control ambiental y contaminan gravemente los suelos y las aguas. Los metales pesados tienen consecuencias drásticas en los ecosistemas y acaban incorporándose en las cadenas alimentarias poniendo en peligro la supervivencia de numerosas especies.
La solución a este problema no es en absoluto sencilla, ya que requeriría una intervención política mucho mayor y el desarrollo de marcos legales mucho más estrictos para luchar contra el uso irresponsable de los recursos. A esto habría que unir acciones de sensibilización, reutilización y reciclaje por parte de las compañías tecnológicas, de tal modo que los usuarios pudieran devolver los productos que ya no usan para que las empresas pudieran desguazar los aparatos y aprovechar todo el material posible en la fabricación de otros nuevos.