La SAC, asociación que agrupa a los compositores canadienses, acaba de dar la campanada. En una larga carta dirigida a los políticos y a la sociedad canadiense, acaba de declararse a favor del intercambio de archivos musicales. Y no son cuatro monos, bebedores empedernidos de jarabe de arce y vestidos de policía montada de Canadá. Entre ellos se encuentran artistas tan importantes como Bryan Adams, Leonard Cohen o Carole Pope. Entre otras cosas, han declarado que Internet le ha dado nuevos bríos a la industria musical, y que compartir archivos en Internet es ya un hábito cultural para la mayoría de los usuarios, y que habría que legalizarlo, pero además buscando maneras de compensar los artistas.
Para los compositores canadienses, Internet es una excelente herramienta a la hora de compartir cultura, y que permite acceder a toda la música de todo el mundo. Algo que resulta absolutamente imposible con el ya caduco modelo de venta de música en tiendas físicas, que te permite sólo acceder únicamente a aquello que la industria quiere comercializar en un determinado mercado, negándote el acceso a todo lo demás. Por eso, los compositores canadienses están en contra del cierre o la censura de páginas web que permite compartir canciones, o que albergan enlaces.
En la carta enviada a la opinión pública declaran que los consumidores llevan décadas compartiendo música, y que la situación actual no es muy diferente de cuando la gente hacía copias en cintas de casete. Que compartir la música es parte de la experiencia cultural, y lo que le da vida. Por eso quieren ver en el intercambio de archivos la oportunidad para explorar nuevas formas de negocio en lugar de una amenaza para la industria y los trabajadores de la música. Simplemente se trata de crear modelos que permitan hacer negocio con intercambio de archivos, como crear ciertas licencias que permitan barra libre de bajada, o crear determinados tipos de acceso a Internet en los que se pague un pequeño canon por el derecho a descargar libremente archivos musicales.
Los músicos canadienses critican la obsesión de los lobbies de defensa del copyright norteamericano que están dispuestos a meter a todos sus clientes en la cárcel con el pretexto de defender la música. Reconocen que la industria siempre se ha resistido a los cambios, pero que cada nueva tecnología mejora el negocio. Primero fue la radio, luego los discos analógicos. Posteriormente el cassette y el videoclip musical. Los músicos que fueron adaptándose a las nuevas tecnologías no sólo lograron sobrevivir, sino que ganaron más dinero. Lo que han dejado claro es que el abismo que separa los intereses de la industria de los intereses de los músicos y los creadores es cada vez mayor.