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Ya son 320.000 los que han decidido pagar por utilizar Spotify. El famoso programa para escuchar música a través de Internet ya dispone de un buen número de usuarios dispuestos a abonar diez euros al mes a cambio de disponer de un catálogo bien nutrido de canciones sin cortes publicitarios. El servicio, nacido en octubre de 2008, cuenta a estas alturas con siete millones de usuarios que utilizan su cuenta de forma totalmente gratuita. A cambio, deben soportar cuñas entre canción y canción. ¿Pero cómo funciona exactamente Spotify?

Nadie lo tiene muy claro. Pero no hace mucho que la entidad que gestiona los derechos de autor en Suecia, lugar de nacimiento de Spotify, dijo que Lady Gaga obtuvo 113 euros por un millón de reproducciones de su éxito Poker Face, la canción más escuchada de 2009. He aquí­ el misterio del programa de streaming más popular.


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Los implicados en el sarao (productoras, discográficas, artistas…) dicen que el negocio de la música ví­a streaming todaví­a está muy verde. De hecho, parace absolutamente ilógico que Lady Gaga cobre 113 euros por tamaño número de reproducciones o que la SGAE solo se haya embolsado en 2009, 198.000 euros por los derechos que genera su catálogo en streaming. Cantidad simbólica teniendo en cuenta que la gestora recauda cada año 300 millones de euros por todas sus ví­as de negocio. Esto es, un í­nfimo 0,066% que además tiene que repartirse entre los artistas, restándole previamente lo que por el camino se queda la SGAE.

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El funcionamiento es el siguiente: el artista o autor de las canciones recibe dos cheques. Por un lado el que procede de la SGAE si las canciones están incluidas en su catálogo, y por otro el de las discográficas. Se trata de los derechos fonográficos, los que Spotify también paga a las productoras por reproducir canciones de sus artistas. Es el intermediario pues, el que termina ingresando lo que le corresponde, mientras el cantante o músico de turno sigue a dos velas. El negocio es el negocio. Y en asuntos discográficos la historia, nunca mejor dicho, está más que cantada.

Fotos de: zenra, swimparallel y Andreas Blixt

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