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Dice el refrán que la mujer del César, además de honrada, tiene que parecerlo. Quizás por eso, en el Congreso de los Diputados se ha organizado una buena con la publicación del Registro de Intereses de los parlamentarios españoles. ¿Y de qué irá ésto ahora?, te preguntarás. Pues bien, parece que en tiempos de crisis, el Gobierno está dispuesto a lavar un poco la imagen de tunantes que tienen los parlamentarios, a quiénes se acusa de cobrar incluso demasiado. Para acallar esta rumorologí­a se ha publicado en formato PDF toda la información referente a dedicaciones privadas, cargos y posibles renuncias a beneficios de carácter oficial.

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Pero no es oro todo lo que reluce, y nunca mejor dicho. A través del Registro de Intereses, podemos conocer la cantidad de cargos que ostenta un parlamentario (privados, de partido y públicos), de manera que podamos hacernos una idea de lo que va acumulándose a final de mes en su cuenta bancaria. Al pinchar sobre la ficha de cada parlamentario hemos confirmado un par de cuestiones. La primera, que el español sigue siendo tan reticente como de costumbre a la hora de hablar de su sueldo y la segunda, que la patraña del Registro de Intereses no es más que eso. Una patraña para lavar la imagen de los parlamentarios y seguir sin decir ni mu acerca de lo que ingresan los diputados. Los mismos que gracias a nuestro voto ostentan silla y nómina en el Congreso.

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En el buscador encontraremos a aquellos parlamentarios que estén en el cargo desde el año 2008 hasta la actualidad, aunque no se han ido añadiendo progresivamente aquellos ministros que han entrado al cargo en el transcurso de 2009. Este es el caso de íngel Gabilondo, Ministro de Educación o íngeles González-Sinde, la popular Ministra de Cultura. Por si esto fuera poco, todos aquellos que consulten el archivo con la voluntad de conocer sueldos y demás detalles suculentos tendrán que conformarse con muy poco.

Cualquier actividad que sea realizada como colaboración en medios de comunicación está hecha y considerada «sin retribución económica alguna» y las renuncias de prestaciones de carácter oficial (vehí­culos, seguridad…) aparecen en contadas ocasiones. Por algo será. A ésto hay que sumarle (o restarle) una larga y aburrida retahí­la de cuestionarios vací­os. Nada nuevo bajo el sol.

Fotos de: Nathan Wind y Jaume d’Urgell

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