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Nueva cabriola del manirroto Gobierno que no sabe lo que es un gabinete de crisis. Por si estaba cayendo poco, y a las puertas de una nueva era recaudatoria con la subida de impuestos indirectos, en lugar de ponérselo fácil a los conductores, aprietan un poco más. La próxima llegará en forma de multa. De muchas multas. Y para conseguirlo la DGT ha adquirido 43 nuevos radares que se instalarán en las carreteras para vigilar coches y vehí­culos. ¿El coste de la operación? Calderilla, sólo tres millones de euros, a razón de casi 70.000 euros cada chivatillo.

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Para estos casos, lo mejor es empatí­a. Pongámonos en el lugar del alegre comprador de radares. Pongamos que estos radares cazan infracciones por valor (sí­, por valor, recordemos que estamos empatizando) de la mí­nima cuantí­a. Poco menos de 100 euros. Sobrepasando los 34.000 acelerones despistados ante los radares, la DGT ya habrí­a amortizado la inversión, y a partir de ese momento, a las arcas.

Claro que sí­. Qué hacen los conductores con tanto dinero en las cuentas corrientes. Qué más da que la reactivación de la economí­a dependa de las rentas medias y de sus hábitos de consumo, para los cuales es imprescindible disponer de liquidez y confianza. La gente parece no comprender lo necesario que resulta instalar estos radares. Hay quien tiene la absurda idea de que estas inversiones son sólo con afan recaudatorio. Nada más lejos de la realidad. No hay más que ver cómo invierte luego el Gobierno en carreteras modernas, a la altura de un paí­s europeo. Sin peajes. Sin baches. Sin vergí¼enzas.

Ví­a: El Mundo

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