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Es poco recomendable en tiempos de crisis. Pero hay quien parece saber cómo hacerlo. Bastan menos de 140 caracteres. Pocos para dejar escapar la nómina mensual por í­nfima que sea. La transparencia de redes sociales como Facebook o Twitter ha mandado al traste en varias ocasiones la relación jefe-empleado, evidenciando una vez más las dramáticas consecuencias del mal uso que suelen darle algunos inconscientes. Pero veamos algunos ejemplos.

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El de Kimberly Swann es un caso sonado. Esta británica de dieciséis años posteó repetidas veces en Facebook lo aburrido que llegaba a ser su trabajo, lo pesado que le habí­a resultado el dí­a e incluso habí­a llegado a escribir en su estado «Lo único que hago es meter a la trituradora de papel las hojas del escáner. Estoy totalmente aburrida«. Kimberly no sabí­a que su jefe también podí­a merodear entre las páginas personales de su Facebook y tres semanas después fue despedida por sus faltas de respeto e insatisfacción con el puesto de trabajo.

Lo mismo le pasó a otra chica cuyo error fue el de publicar en Facebook que odiaba a su trabajo y a su jefe. Un error que le costó un despido, del que se enteró a través de la misma red social. Su jefe, también atento a los comentarios de sus contactos, se molestó en responder al mensaje indicándole que estaba despedida y que podí­a venir cuando quisiera a recoger sus cosas.

Más dramático es el caso de una madre soltera residente en Nueva Zelanda. A la chica no se le ocurrió otra cosa que mentir a los servicios sociales indicando que no tení­a relación alguna con sus padres. Los investigadores del Gobierno se dieron cuenta de que la chica seguí­a manteniendo relación con sus progenitores, por lo que no tení­a derecho a seguir recibiendo los 200 dólares que le pagaba el Estado. La neozelandesa fue condenada a cuatro meses de arresto domiciliario y a 200 horas de trabajos comunitarios.

Moraleja: las redes sociales son un espacio lleno de oportunidades, pero también un enorme peligro para las que no tienen claras cuales son las reglas ni el alcance de los riesgos. Ante todo, recordar aquello de que en boca callada no entran moscas, cuidar la privacidad y sobre todo, no preguntarle al futuro jefe del servicio secreto británico.

Fotos de: Diego Cupolo y wytze / Ví­a: Applicant

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