En los últimos tiempos hemos visto, oí­do, degustado, probado y escrito mucho sobre la última consola de Nintendo para el televisor. La Wii sorprende al que la prueba. Es algo verdaderamente nuevo y distinto. Nuevo porque sustituye al joystick (el equipo tradicional de control de los videojuegos desde hace décadas). Y lo sustituye por un mando nuevo sin cables e intuitivo de usar. Por otra parte, la Wii es distinta a las otras consolas de nueva generación: la Xbox360 y la PlayStation3.

Por todo esto, hemos querido escribir un poco más sobre la consola. Pero esta vez hemos querido escribir en primera persona. Después de haberla probado. Es verdad que, hace unas semanas, en las oficinas de Nintendo ya la habí­amos tocado. Sin embargo, la experiencia cambia cuando desembalas el paquete, montas la consola y empiezas a jugar desde cero. Y es que, el ritual de instalación y los primeros pasos dan una idea más clara sobre lo que sentimos los usuarios cuando ponemos en casa cualquier equipo nuevo.

En contra de la primera impresión (la caja está llena de bolsitas con cacharritos y cables), la consola se instala fácilmente. La alimentación, el cable que va al televisor, ponerle las pilas a los mandos y, muy importante, el sensor frontal. Realmente todo es sencillo de colocar después de leer unas lí­neas en el manual de instalación.

– Una consola que camina contracorriente: Antes de empezar, la consola da la impresión de que va contracorriente. No tiene disco duro de serie. No lleva lector de alta definición. Ni siquiera reproduce pelí­culas en DVD o discos de música. Por una parte, dejan claro que sólo funciona con discos de la antigua Nintendo GameCube y con discos de la Wii. Por otra, descubres que la máquina se conecta a Internet y te permite entrar en servicios que no tienen que ver con los juegos o puedes meter una tarjeta de memoria con fotos, pelí­culas o música MP3”¦ Parece algo coherente aunque limitado al principio (sólo juegos) y, después, descubres cosas nuevas. Para algunos, puntos erráticos y extraños.

– Lo más nuevo: Sin lugar a dudas, el mando. O, mejor, los mandos. Por una parte está eso que llaman mando de Wii con su correa (para evitar caí­das accidentales). Por otra, el Nunchuck. Dos mosqueteros con un solo fin: que los juegos se manejen de forma intuitiva y natural.

Y es que, apenas sin explicar nada, cualquiera puede empezar a darle a la manivela. Incluso, el que nunca ha jugado. De hecho, para algunos seguidores del joystick, este sistema tan sencillo les parece extraño y les cuesta adaptarse. Es como mi padre cuando le dejé al volante del Smart. Acostumbrado toda la vida a cambiar de marchas y a pisar el embrague en el coche, no entiende que simplemente, basta pisar el acelerador y el freno en uno automático para moverse.

Mi punto de vista es que se trata de todo un hallazgo. Siempre me ha costado darle a videojuegos complicados de manejar. Aunque fuera por trabajo. Este de cambiar el joystick por una mando natural y sin cables es un paso imprescindible y, pienso que irreversible.

Según mi punto de vista hay un antes y un después de este mando milagroso. Ahora podemos jugar al tenis virtual dándole al mando como si fuera una raqueta. Podemos jugar a los ciberbolos haciendo los mismos movimientos que hacemos con la bola. Podemos boxear cogiendo los mandos como si fueran dos guantes”¦ es lo natural y lo normal. Todo un acierto fruto de la experiencia en videojuegos de muchos años y de la necesidad de innovar ante la fortí­sima competencia de PlayStation y la reciente incorporación del gigante Microsoft.

(Este post continuará dentro de un rato.
Ahora tengo que parar para echar unas partidas al tenis de Wii Sports)

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