Lo dijo Bob Dylan en 1969 y, casi cuatro décadas después, la cosa sigue igual. En el 69 cuando Robertito cantaba su época acústica apenas encontrábamos su música en cintas de casete y vinilo. Entonces, aquellos discos eran los reyes de la pista y lo más parecido a un portátil era el comediscos que nuestros mayores paseaban por la playa. No existí­a Windows, ni el iPod, ni el MP3. Entonces, lo más parecido al Apple era el sello discográfico de los Beatles. Con él, los cuatro de Liverpool dominaban el mundo a ritmo de Come Together y Let it be.
Nosotros, en la España de Franco y de Fraga (éste todaví­a sigue), nos conformábamos con Palito Ortega, Lola Flores y los Brincos.
Hoy, todo sigue cambiando.
Y es que, cuando nuestro viejo amigo Bob expelí­a sus mejores versos en los 60, 70 y 80, nuestros mayores alzaban los mecheros y formaban un océano poético de llamas encendidas de pasión.
Ahora, hemos asistido al concierto de un mí­tico Dylan en pleno trámite de jubilación. El concierto de Madrid se ha celebrado en las afueras de la capital. En el ViaJazz de Villalba. Eso sí­. Cuando Dylan cantaba sus viejos éxitos, los tiempos han cambiado tanto, que el público recién dejado de fumar y ampliamente tecnificado, levantaba el móvil en señal de pleitesí­a mientras enviaba su decimoquinto SMS de la noche.

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