Spotify y otros servicios de música en línea por suscripción como Rhapsody, Rdio o MOG no lo tienen nada fácil. Su negocio depende de sus poderosos proveedores: las discográficas. Y eso que, en el caso de Spotify, ya cuenta con más de 2,5 millones de suscriptores de pago. El problema es que las discográficas siempre eligen la fórmula de remuneración que más las beneficia. Si luego da la casualidad de que el servicio de música en línea da beneficios, basta con subir los precios dos años después.
Spotify y el resto de las compañías del ramo están obligadas por contrato a guardar silencio acerca de las condiciones que pactan con las discográficas. Eso ayuda a que los artistas y el resto de los autores no sepan cuánto cobran las discográficas y se conformen con las exiguas liquidaciones que reciben. A pesar de la omertá, poco a poco se van desvelando algunos detalles acerca del negocio de la música digital.
Michael Robertson, antiguo fundador y director de MP3.com y actual director del servicio de música en la nube MP3tunes, comenta varios datos interesantes en Gigaom. En su análisis explica las causas de la falta de rentabilidad de Spotify y otros. La estructura de precios que exigen las discográficas a los servicios de música en streaming por Internet consiste en pagar el importe mayor de una de estas tres opciones: una comisión mínima por cada suscriptor, una cantidad fija por cada reproducción o un porcentaje sobre la facturación total de la compañía, independientemente de que proceda de otras áreas de negocio.
Además los pagos son por adelantado, al menos un mínimo. La duración de los contratos es de dos años, tras los cuáles las discográficas pueden modificar las condiciones a su antojo. Siempre incluyen una cláusula por la que una discográfica se beneficia de los términos favorables que negocien otros sellos. Asimismo, para controlar mejor las actividades, las discográficas suelen tomar una pequeña participación en el capital de la compañía que gestiona el servicio de música. Las obligaciones no acaban ahí. Según Robertson, deben llevar unos registros exhaustivos y con periodicidad mensual de todos los movimientos de canciones, que incluyen información adicional que nada tiene que ver con las liquidaciones de derechos de autor.
De todos modos, a estas compañías que ofrecen música en streaming por Internet no les basta con firmar contratos con las discográficas. Existen otros titulares de derechos de autor, como las editoras de música, por ejemplo, con los que también deben cerrar acuerdos. Incluso, hay artistas que, a pesar de lo que haya firmado su discográfica, se niegan a que sus canciones estén disponibles en sitios como Spotify.
Vía: Gigaom
Yo no entiendo la gente que gasta dinero en comprar una cancion, pudiendotela bajar de mil sitios diferentes, y encima digital, estas pagando numeros, nada fisico. Cierra Spotify, has perdido tu adquisicion.
Quien de verdad vale no le hace falta meterse a estos programas para que escuchen su musica y se la paguen.
Vamos a ver, no se trata de comprar, se trata de un servicio, cuando cierra, pues dejan de prestarlo, y te vas a otro. Pero no tienen nada «tuyo» sino que pagas por el derecho a usar el catálogo.