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Mucho cine y pocas nueces. La industria española rodó 173 pelí­culas en el 2008. En las mesas de las productoras esperan hasta 100 producciones de los últimos tiempos que no se han estrenado o que han registrado menos de 100 espectadores.

La culpa está muy repartida. Desde la gran cantidad de subvenciones que reciben desde el Gobierno central, autonomí­as y televisiones (públicas y privadas), pasando por la actitud de los propios profesionales del sector. Desde una parte de la industria se echa la culpa a los españoles. Piensan que los ciudadanos de nuestro paí­s tenemos prejuicios contra las producciones autóctonas. Es curioso que ni  siquiera se plantean que sus pelí­culas puedan tener algo que ver. Son tan miopes que no ven como algunas producciones españolas triunfan porque ofrecen cine de calidad o simplemente tienen ese punto comercial que gusta al espectador.

La realidad es que el problema se agrava cuando se ruedan tantas pelí­culas de nulo interés para un mercado con pocas salas y sobre todo, para tan í­nfima cantidad de público. El sistema de ayudas oficiales estipula que cada pelí­cula tiene derecho a recibir un 15% de la taquilla y el 33% de la inversión del productor. Por si esto fuera poco, también cuenta con las ayudas autonómicas y de la TV, cantidad que se cifró en 203 millones de euros durante el año 2008. Con todo, la ley dice que la inversión de organismos oficiales no debe superar el 50% de los costes de la pelí­cula. El problema, como siempre, es que este dinero sale directamente de nuestros bolsillos. De los impuestos que pagamos religiosamente al Estado. Un dinero que deberí­a emplear en mejorar la calidad de vida de todos los ciudadanos y no de unos pocos productores.


La pregunta es, ¿debemos asumir nosotros los costes de productos que en la mayorí­a de casos no van a ver la luz? La actitud de los profesionales del sector es tajante. Por lo visto, todos los directores (por poco mediáticos que sean) se empecinan en hacer una pelí­cula con horizontes de éxito rotundo. Pedro Pérez, presidente de la Federación de Asociación de Productores Audiovisuales de España (FAPAE) ha dicho «no me he encontrado ni un solo director, ni un solo productor que piense que la suya no va a tener éxito«. Así­ es como el balance del pasado 2008 llega a 173 largometrajes realizados, de los que 24 han registrado menos de 100 espectadores y 46 han quedado sin estrenar.

Pero no hablamos solo de pelí­culas de baja estofa. «Manolete«, una pelí­cula que contó con Adrien Brody y Penélope Cruz como protagonistas, todaví­a no se ha estrenado. Y eso que se grabó en 2006. Los problemas entre técnicos y productor han puesto los palos en las ruedas. Por otro lado, está aquél tópico sobre los españoles, poco fieles a las producciones que se hacen en su paí­s.

Antes de entrar a valorar si el cine es bueno o no, cabe echar un vistazo a los datos que nos diferencian de Estados Unidos. Y es que en el paí­s americano se ve el cine autóctono en un 91,5%, mientras que en España la cuota no llega al 13,3%. En Francia, para no ir tan lejos, es el 45,4% de espectadores el que prefiere la producción de sus paisanos. Y eso lo saben nuestros cineastas. El mismo Pedro Pérez hace autocrí­tica y deduce que «el cine que producimos no conecta con el que quiere la gente», pero también le echa la culpa a algunos medios de comunicación que según él han hecho campaña para criticar la opinión de los personajes más mediáticos de nuestro cine. Lo cierto es que sus opiniones acerca de las descargas a través de Internet no ayudan en absoluto.

En cualquier caso, una cuestión queda clara. Se producen demasiadas pelí­culas para las pocas butacas que tienen nuestros cines y el mí­nimo interés que despiertan los creadores. Habrá que ver si el problema son los escrúpulos a la hora de adjudicar subvenciones a todas las pelí­culas y si conviene poner un filtro cualitativo a las producciones. ¿Pero quién es capaz de mover esa estricta vara de medir?

Fotos de: Paloma+Luismicodac / Ví­a: El Paí­s

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