mp3

El MP3 es ya sinónimo de música. Puede haber peleas sobre el estilo musical. Unos preferirán el reggaeton, otros el rock y algunos la música rusa. Pero en lo que todos estarán de acuerdo es en el formato estándar de archivo para canciones. Y ése es el MP3. Pero ¿sabí­as que sus inicios no fueron nada fáciles? Le costó convertirse en un estándar de la industria. Y fueron los usuarios quienes apostaron claramente por este formato para guardar sus canciones y, sobre todo, para compartirlas por Internet.

Aquí­ te vamos a contar 10 cosas que (quizás) desconocí­as del MP3. Y que se pueden encontrar en el libro del periodista Stephen Witt titulado How Music Got Free, que traducido al español vendrí­a a significar Cómo la música pasó a ser gratis.

MP3, unas siglas con sabor alemán que viajaron a Oceaní­a

Aquí­ va el primer dato que, quizás, no muchos conocen. MP3 son tres caracteres que se han hecho muy populares. Y que son la abreviatura de MPEG-2 Audio Layer III. Un formato de audio comprimido con origen alemán. Y es que sus creadores fueron los investigadores del Instituto Fraunhofer. Cuando llegó el momento de decidir qué extensión se le poní­a a los archivos en Windows, afortunadamente alguien pensó que serí­a mejor usar la abreviatura MP3 que es la que todo el mundo conoce hoy en dí­a.

micronesia

Hasta estas islas viajó el primer aparato que usó la tecnologí­a MP3 en el mundo

El primer paso de este formato se dio en el año 1988. En ese momento, los alemanes consiguieron realizar su primera venta relacionada con el MP3. Ni siquiera habí­an convencido al consorcio que decide los formatos que se convierten en estándar, cuando surge ya un cliente. Se trata de un grupo de misioneros ubicados en la remota isla de Saipán (Micronesia). Hasta allí­ viajó el primer descodificador capaz de grabar el audio en formato MP3. Y el objetivo era usarlo en una diminuta emisora de radio local.

Un formato que no le gustó nada a Philips

Detrás de una victoria, siempre hay una gran batalla. Y en este caso fue la que enfrentó al Instituto Fraunhofer con los holandeses de Philips a partir de 1991. La multinacional, que en los años 90 tení­a mucho peso, acababa de encontrar su gallina de los huevos de oro: el Compact Disc o CD. Y no estaba dispuesto a dejar que nadie se hiciera con el control de la música. Por eso apoyó otro formato llamado MP2 respaldado por un grupo conocido como MUSICAM. Algunos incluso sospechan que Philips aprovechó sus tentáculos en la industria para empujar por el MP2 frente al MP3. La realidad es que el comité de estandarización apostó por el MP2 para el formato de radio digital, para los CD-ROM e incluso para el sonido de las primeras emisiones de televisión digital. Y el MP3 no logró ser adoptado como estándar de nada en sus primeros años.

El MP3 se fue a jugar al hockey

Y mientras, el formato seguí­a su propio viaje. Llegamos al año 1995 y al otro lado del océano, alguien sí­ apuesta por el MP3. Es la liga estadounidense de hockey la que se convierte en el primer cliente empresarial del instituto alemán. Y decide comprar cientos de convertidores de sonido a MP3, unos aparatos del tamaño de una caja de zapatos capaces de retransmitir el sonido directamente en el nuevo formato. Esta decisión permitió ahorrar a las emisoras de radio estadounidenses miles de dólares a la hora en la factura de las retransmisiones en directo por satélite.

El primer programa MP3 para ordenador

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Reconozcamos que el programa no era muy atractivo

Ese mismo año, desde el Instituto Fraunhofer también deciden respaldar la creación de un programa de ordenador capaz de reproducir los archivos en ese formato. Y así­ nace el primer software reproductor de MP3 bautizado con el poco marketiniano nombre de Level 3 Encoder. Ni siquiera la versión más corta del nombre L3Enc le auguraba más alcance que el de una pequeña comunidad de usuarios más tecnológicos. ¿Cómo pasar este programa de un ordenador a otro? Muy sencillo, cabí­a perfectamente en un disquete floppy de 3,5 pulgadas. Todo acorde con los formatos de la época.

MP3, un formato que casi muere

Avanzamos al año 1996. Los usuarios empiezan a adoptar el formato MP3 para guardar y pasar sus canciones. Algunas empresas fuertes del momento deciden pasar por caja y licenciar su tecnologí­a. Sin ir más lejos, la propia Microsoft lo hace para su reproductor multimedia que vení­a instalado por defecto con Windows. Pero en el Instituto Fraunhofer ya están a otra cosa. Avanzan en la tecnologí­a y deciden apostar por otro formato más novedoso, el AAC. Sí­, ya hemos oí­do la misma historia muchas veces en el mundo de la tecnologí­a. Un formato hasta un 30 por ciento más veloz en el proceso de compresión, mejor calidad de sonido, bla, bla, bla. Los de Fraunhofer incluso pensaban ya en enterrar el MP3.

Pero ¿qué paso? Una revolución silenciosa logra colocar al MP3 como el estándar de música de los usuarios. Con la ayuda del poco atractivo programa L3Enc, algunos usuarios empiezan a crear miles de archivos de música y a colgarlos en Internet. Otros logran romper la protección de un programa llamado WinPlay 3 que supuestamente dejaba de funcionar después de 20 usos. Los servidores de las universidades se empiezan a llenar de música. ¿En qué formato? Lo has adivinado, bienvenido al imperio MP3.

Winamp, el programa para todos

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Y con Winamp llegó el primer programa con un diseño más atractivo

Ya sólo faltaba un programa para reproducir la música con un interfaz amigable y fácil de manejar. Aquí­ es cuando llegamos al año 1997 y nos encontramos con el joven estudiante Justin Frankel de la Universidad de Utah y creador del programa Winamp. En realidad, su trabajo es una pequeña variación cosmética del WinPlay 3 con el añadido principal de que se podí­an editar listas de reproducción. Ni siquiera se molestó en pagar la licencia por el uso del formato MP3 a los alemanes. En un año, las descargas de Winamp alcanzaban la cifra de 15 millones. No le salió mal la jugada. Sobre todo si tenemos en cuenta que tres años después, AOL le compró su empresa valorándola en 59 millones de dólares por una mera fotocopia del software alemán con un pequeño retoque.

Ahora solo falta un reproductor portátil

MpMan

Nada menos que ¡¡5 canciones!! era la capacidad del primer reproductor portátil MP3 del mundo

Pues así­ es. Ya sólo falta un reproductor de música para sacarlo a la calle y que pueda leer canciones en formato MP3. No lo olvidemos. Estamos en la época en la que lo más moderno era un walkman o un reproductor de CD portátil. Menos mal que llegó una empresa surcoreana llamada SaeHan y se lanzó a la aventura. Y así­ en 1998 nace el primer reproductor portátil de MP3 llamado MPMan. Su asombrosa capacidad era de….. 5 canciones. Y el precio tampoco es que fuera la bomba, 600 dólares de la época. Pero al menos tení­a una pequeña pantalla para ver la información de cada canción. Eso sí­, en monocromo.

Y llegó Napster

napster

Y con Napster llegó el paraí­so de la música en MP3

Si hay un programa que también tuvo (mucha) culpa de popularizar el formato MP3, ése fue Napster. Era el olimpo de las descargas musicales. Creado en 1999, llegó a contabilizar hasta 80 millones de usuarios registrados en la plataforma. Sin cortapisas, censura ni pagos, cualquier usuario conectado desde cualquier lugar del mundo podí­a acceder a una infinita colección de música en formato MP3 de todos los estilos.

Una crisis… ¿para todos?

Las discográficas empezaron a ver cómo su negocio se hundí­a. Aunque no para todos. Doug Morris, el máximo directivo de la mayor discográfica del mundo, Universal Music, vivió un 2005 en plena crisis del sector. Pero no para su bolsillo. Ese mismo año se calcula que se embolsó más de 14 millones de euros entre sueldo y bonus. O, lo que es lo mismo, más de 38.000 euros cada dí­a de ese aciago año para las discográficas. La misma cifra que ganaba un empleado de su fábrica de CDs…al año.

Una lucha en los tribunales

Las discográficas tardaron en reaccionar. Napster, el primer programa que facilitaba las descargas de canciones abrió en 1999 y no cerrarí­a hasta el año 2001. Y cuando reaccionaron lo hicieron de una manera muy agresiva y bastante impopular. A través del equivalente de la SGAE en Estados Unidos, la RIAA, llevaron a los tribunales en su primer año de batalla a 261 usuarios particulares por compartir música en Internet. Y en sus demandas llegaron a pedir hasta 150.000 dólares de multa por cada canción. Entre los elegidos habí­a ancianos, niños, desempleados, hasta gente que llevaba muerta unos meses. Sin duda, una batalla legal que no despertó demasiadas simpatí­as entre la comunidad internauta.

Pero la RIAA no paró ahí­. Sólo en el año 1995 alcanzó la cifra de 16.837 personas demandadas. Por supuesto, entre ellos no estaban los responsables de filtrar los lanzamientos discográficos a Internet. Eran ciudadanos normales cuyo delito consistí­a en usar uno de esos programas (Napster, Kazaa...) que en la época facilitaban la descarga de archivos entre usuarios. De poco sirvieron las demandas judiciales. Cerrar Napster tampoco acabó con las descargas. Desde entonces, por cada red, programa o servicio que se cerraba en los tribunales, nací­an varios nuevos que burlaban la ley o las fronteras.

Han pasado los años, han ido cambiando los programas que los usuarios todaví­a utilizan para intercambiar de todo, música incluida. ¿Y cuál es el formato rey del sonido todaví­a? El MP3, una tecnologí­a que ahora sabemos que tuvo que luchar por hacerse un hueco. Y vaya si lo consiguió.

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