justicia

Es una especie de Pequeño Nicolás, pero del sector tecnológico. Se llama Rufino Pereda, pero ya se lo ha bautizado como el Steve Jobs cántabro. Y es que, según informa hoy el diario El Mundo, tení­a unas oficinas en La Moraleja, fábricas en China, limusinas, aviones privados, un Bentley y hasta un Maserati. Viajaba a China y dice que habí­a firmado contratos con el Real Madrid y el Barcelona para sacar móviles con la marca de estos clubes de fútbol. ¿Su objetivo? Competir con las grandes operadoras de telefoní­a móvil que operan en nuestro paí­s y hacer funcionar un buen número de empresas dedicadas a la tecnologí­a. Se dice que consiguió recaudar millones y millones de euros, pero que, según El Mundo, no llegó a fabricar ni un solo teléfono móvil. He aquí­ el misterio. Hoy empieza el juicio contra Pereda y siete personas más. El fiscal y el juez instructor sostienen que todo este entramado era una invención de Rufino Pereda, cuyo objetivo era el de estafar a decenas de personas, incluido un notario que daba autenticidad a sus contratos.

Roberto Ruiz 26-2-2009-----Rufino Pereda Mielgo, president & CEO - Inmobility World---teléfonos móviles

Foto: El Diario Montañés

Rufino ya ha probado la cárcel. La justicia ahora le pide 6 años de por estafa, muy a pesar de que él sigue sosteniendo que el negocio era absolutamente real y que cuando salió de prisión intentó remontar montando el mismo negocio en la calle Serrano de Madrid. Curiosamente, en ese mismo edificio está Javier Guisasola, uno de los abogados denunciantes. Sí­, lo de Rufino es de pelí­cula.

Pero, ¿qué hay del dinero? Aquellos que lo han denunciado acusan a Pereda de haber estafado siete millones de euros, aunque la documentación presentada por la Fiscalí­a tan solo alcanza los 2,7. En cambio, Pereda dice que de fantasí­a nada y hasta presenta un documento firmado por Miguel íngel Gil, vicepresidente del Atlético de Madrid, para fabricar un móvil del famoso club de fútbol. Cuando tení­a 23 años, dice él mismo en la entrevista, fundó la Red Enlaza, el que serí­a un embrión de su propia telefoní­a móvil. Y ahora sigue y persigue el objetivo de ser un Steve Jobs marca España. De hecho, en las oficinas de la calle Serrano tiene su propio showroom con productos de lo más innovadores. Él, siempre fuera de broma, enseña un montón de teléfonos móviles, teclados portátiles para llevar en el bolsillo, un sinnúmero de tabletas, altavoces de pulsera y hasta gafas 3D hechas de plástico.

Pero esto no es todo. El proyecto estrella de Rufino, según El Mundo, fue llegar a un acuerdo con la mismí­sima Coca-Cola y con Inditex. Sus supuestas ví­ctimas dicen que fardaba de haber inventado teléfonos móviles con olores y dispositivos desechables con estampados idénticos a los de las prendas que se venden en Zara. Él dice que no consiguió los contratos, pero que los estuvo negociando de verdad. Dice, además, que los aviones privados en los que viajaba pertenecí­an a los empresarios con los que negociaba y que hoy, casualidad, forman parte de su selecto club de denunciantes. Estos cuentan que se lo creyeron todo. Pensaron que Rufino era un auténtico genio. De hecho, les prometió recuperar lo invertido y ganar un 20% prácticamente de inmediato.

Lo cierto es que el hombre, Finí­n, así­ es como lo llaman en realidad, es todo un personaje. En la entrevista de El Mundo cuenta que no volverí­a a la cárcel, pero que la experiencia fue muy positiva. Veremos qué pasa. A lo mejor la prueba de nuevo.

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