La tarjeta de memoria es la gran olvidada cuando hablamos de cámaras de fotos. Sin embargo, contar con una u otra puede condicionar muchísimo el uso y el rendimiento de la cámara. A pesar de que a día de hoy casi todas las tarjetas tienen una forma (que no formato) similar, no son todas iguales. Por eso vamos a explorar algunos detalles a tener en cuenta antes de comprar una u otra para nuestra cámara de fotos.
El formato
Casi todas las cámaras de fotos que vemos hoy en día utilizan tarjetas de memoria SD, y sus variantes SDHC y SDXC, pero hay algunas excepciones. Algunas marcas cono Sony mantienen la posibilidad de utilizar unas tarjetas propias que tienen otra forma y características. En el caso de los japonenes se llaman Memory Stick, aunque la mayor parte de sus cámaras admiten ya también tarjetas SD.
Otra excepción la encontramos en las cámaras de fotos y vídeo profesionales, que suelen incorporar otros formatos como CompactFlash (CF) e incluso unidades SSD. No obstante, algunas cámaras profesionales como la Canon EOS 5D Mark III dan la posibilidad de trabajar con varios tipos de tarjetas, incluidas las casi universales SD.
La capacidad
Es lo primero que nos entra por los ojos, pero no necesariamente lo más importante. La capacidad de almacenamiento de una tarjeta es muy importante, pero no puede ser el único factor que determine una compra un otra. Y es que hay que tener en cuenta el tamaño de archivos que va a generar nuestra cámara, y en ocasiones no es tan grande como para apostar por una tarjeta de gran capacidad.
El precio de una tarjeta se incrementa con su capacidad, pero no proporcionalmente. Si buscamos tarjetas realmente grandes, de las que superan los 32 GB de capacidad, los precios se disparan. En ese caso hay que tener en cuenta nuestras necesidades, porque puede que sea más lógico y barato comprar cuatro tarjetas de 16 GB que una de 64 GB.
La velocidad de escritura
Este valor también es muy importante a la hora de elegir una u otra, y en ocasiones si que puede servir para descartar una tarjeta. En la SD se puede conocer este valor de manera sencilla, ya que está escrito en la tarjeta e indica la clase a la que pertenece. Son números pares del 2 al 10. Cuanto mayor sea el número, mayor será también la velocidad de escritura de la tarjeta.
Para una cámara de fotos compacta que genere archivos JPEG de pequeño tamaño sería suficiente con una tarjeta de clase 2, aunque es aconsejable una de clase 4. Para el vídeo, aunque grabe en Full HD, suele ser suficiente también con una tarjeta de clase 4, ya que el flujo de información es constante y grande, pero no tiene picos.
Más exigente es una cámara de fotos que genere archivos RAW de gran tamaño. Estos archivos pueden llegar a ocupar más de 20 MB para una sola foto. De esta manera, si hacemos una ráfaga de varias de estas fotos necesitaremos una tarjeta que pueda escribir con rapidez toda esta información para que la cámara no se quede bloqueada. En este caso necesitaremos una tarjeta de clase 6 o superior, y también será interesante que disponga de una buena capacidad, ya que de lo contrario la llenaremos en seguida.
Un factor menor sería el del tamaño de la tarjeta. Una unidad microSD, junto con un adaptador de tamaños podría utilizarse no sólo en la cámara de fotos, sino también en otros dispositivos como un teléfono móvil. De esta manera, la tarjeta sería no sólo un equipo que sirve para almacenar información, sino también una manera de intercambiar archivos entre diferentes dispositivos.
También existen tarjetas que son capaces de establecer por ellas solas una conexión WiFi. Esta es otra función interesante si nuestra cámara de fotos no cuenta con esa opción, ya que ganaremos algunas opciones como la de descargar las fotos en un disco duro sin necesidad de cables.
No todas las tarjetas de memoria son iguales, y las distintas cámaras de fotos tienen unas necesidades diferentes dependiendo de su sensor y sus prestaciones, por lo que merece la pena fijarnos detenidamente en la tarjeta que vamos a elegir para cada cámara de fotos.
