Las cámaras de fotos de lentes intercambiables tienen un punto débil: el sensor tiende a quedar expuesto y se acaba ensuciando. Aunque existen muchas técnicas para evitar que esto ocurra, sobre todo teniendo mucho cuidado al cambiar las lentes, es sólo una cuestión de tiempo que aparezca alguna mancha en nuestras fotos.
Las manchas suelen ser más visibles cuanto mayor sea el contraste de la foto y más cerrado esté el difragma. Los usuarios suelen tener un miedo algo excesivo a limpiar los sensores de las cámaras, entre otras cosas porque las propias marcas lo desaconsejan y ofrecen servicios de limpieza.
Es una operación delicada, por supuesto, que no hay que afrontar sin contar con los materiales adecuados y con la máxima precaución, ya que dañar el sensor en la operación es posible y sería fatal para la cámara. Pero se puede hacer con bastante seguridad si tomamos las precauciones adecuadas.
Una vez que hemos detectado que nuestras fotos presentan manchas (lo mejor es sacar algunas fotos con el diafragma cerrado y mucho contraste y ver si persisten manchas idénticas), es el momento de ponernos manos a la obra. En las cámaras sin espejo bastará con retirar la lente para llegar al sensor. El las réflex tendremos que bloquear el espejo, una opción que nos da la cámara en la mayoría de los casos en el menú de «limpieza del sensor».
El primer paso es limpiar la cámara con aire. Para esto nos hace falta una pera sopladora para proyectar aire sobre el captor. En Internet y en las tiendas de fotografía podemos encontrar estas peras específicamente diseñadas para esta función, aunque lo cierto es que son las mismas que podemos encontrar en una farmacia para otros fines. El tamaño de la pera sopladora es bastante indiferente, pero la cuestión no es tan sencilla como proyectar aire. Si soplamos lo más probable es que proyectemos humedad y pequeñas gotas de saliva, que puede resultar fatal. Si utilizáramos una botella de aire comprimido podríamos aplicar demasiada presión y partir el sensor, o bien congelarlo.
Antes de pasar a otro nivel de limpieza es aconsejable asegurarnos de que el problema no se ha resulto sólo con el aire. Si la suciedad no estaba adherida al sensor puede que la limpieza haya terminado. Si las manchas siguen ahí tendremos que subir la intensidad de la limpieza.
Aquí nos enfrentamos a una disyuntiva. Por una parte podemos acudir a los líquidos especiales y las gasas absorbentes, o podemos apostar por una solución más conservadora aunque más cara y hacernos con pinceles de cedras naturales especiales para esta función que podemos comprar por Internet o en cualquier tienda de fotografía.
Estos pinceles tienen que cargarse de electricidad estática para atraer la suciedad que se haya podido pegar al captor. Es importante pasarlos una sola vez por cada lado y luego limpiarlos utilizando sólo aire, sin tocarlos con las manos. Después de esto es complicado que quede suciedad en el sensor y sus aledaños, pero todavía se pueden aplicar métodos más intensos.
Son los líquidos especiales para esta función que encontramos en diferentes marcas y el alcohol isopropílico, que se evapora rápidamente y no deja marcas en las superficies. Este debería ser el último paso si todo lo demás ha fallado, ya que es el proceso más arriesgado, aunque si se hace bien no hay que temer dañar el sensor. Junto con estos líquidos se venden las toallitas con almohadillas especiales para «fregar» el sensor. Hay que hacerlo una sola vez por cada cara y en un único movimiento si es posible.
Limpiar el sensor es una operación compleja y delicada, pero nada fuera del alcance de cualquier fotógrafo cuidadoso y precavido. Para los más miedosos, o los problemas de suciedad más grave, las marcas se ocupan de limpiar los sensores por un precio bastante económico o directamente gratis, aunque esto supone quedarnos sin nuestra cámara durante bastantes días.
