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Vale que estamos en crisis. Vale que la caza de la oferta es lo más parecido que tendremos nunca a ir de safari. Vale también que busquemos mirar el céntimo porque, en los tiempos que corren, un céntimo es un céntimo, y que si podemos encontrar lo mismo (o parecido), por menos dinero, lo tengamos claro sin dudar pero, es que ya, hasta el tiempo de lo «bueno, bonito y barato» parece que ha pasado a la historia. Ahora, lo que prima por encima de todo es lo gratis pero con algunos trucos. Es lo que se conoce como el modelo Freemium, un sistema que de entrada te da algo gratis y aunque funcionalmente básico, y si se quieren mejorar las opciones, hay que comprarlas in-app. Un modelo de negocio que está triunfando especialmente en el mundo de las apps. Quien haya jugado a Candy Crush sabe muy bien de qué estamos hablando; llegado a cierto nivel de adicción al juego, comprar tiempo extra sólo cuesta lo que cuesta hacer click.

Tal es así­ que siete de las diez mayores categorí­as de la App Store, la mayor parte de sus ingresos provienen de comprar in-app desde apps gratuitas, según informa la web Mashable y Statista. Sin embargo, el modelo no funciona igual en todas las categorí­as. En las apps de quiosco digital, el 99% de los ingresos provienen del modelo Freemium con compras in-app, en juegos es el 90%, el noticias el 95%, el 88% en redes sociales y el 77% en libros. En este último caso, un porcentaje interesante, el 22%, proviene de la compra de apps de pago. En un nivel un poco por debajo, en lo relacionado con la educación las cifras comienzan a igualarse, y nos encontramos con un 43% de Freemium y un 56% de pago. Música y entretenimiento está más o menos igualadas, con un 65% y 68% respectivamente de ingresos provenientes de compra in-app, y un 31% ambas de compra directa. Las aplicaciones de productividad y navegación están a la cola en cuanto a ingresos por compra in-app, con un 29% y 22% respectivamente, pero mientras en el caso de la productividad el 70% restante de los ingresos tiene su origen en la compra directa, en el caso de las aplicaciones de navegación es sólo el 55%, mientras que  hay un 24% que proviene de compras in-app de apps de pago.

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Lo que ninguno, de todos lo que se lanzan tras la etiqueta de lo gratuito, parece pararse a pensar es que nada es gratis. Incluso aunque sea posible llegar al nivel 60 de Candy Crush sin haber comprado nunca tiempo extra, lo gratis nunca es gratis y, no sólo eso, la verdad es que están cobrando con creces por el servicio, aunque nadie haya te haya sacado un céntimo de la cuenta. Buena parte de las aplicaciones que instalamos en nuestros dispositivos, en especial los móviles, no sólo ofrecen la prestación por la cual han sido descargadas. También tienen la misión «secundaria» (en ocasiones es la principal, no la secundaria) de recopilar datos. Si te suena haber visto un mensaje en la pantalla de un teléfono al ir a iniciar la aplicación y te ha pedido una serie de cosas, como activar la geolocalización para mejorar la experiencia de usuario, le acabas de dar permiso para recopilar información sobre tu ubicación en todo momento. Y si se tienen dudas al respecto, no hay más que entrar a la condiciones de uso de las aplicaciones y comprobar la lista de cosas para las que se ha dado permiso a esa app. En el caso de la app de Twitter, que pidan acceder a la agenda de contactos tal vez tenga sentido para buscar conocidos pero, en el caso de un juego, no. Y sin embargo, nos lo piden. Y se lo damos, porque si no, no funcionará o no lo harán bien.

No hay nada gratis. Todos los datos que «ordeñan» a los usuarios se aprovechan, igual que se aprovecha todo del marrano. Los inmensos paquetes de datos se venden a otras empresas que los usarán para lo que consideren. Puede ser para ofrecer publicidad personalizada, como ingenuamente anuncian algunos, pero también se puede usar para valorar si te conceden el préstamo en el banco o no. No es de extrañar que el modelo Freemium triunfe. Cuantos más usuarios se tapen los ojos a la hora de descargar, porque prefieren pensar que no pasa nada, más cosas gratis nos ofrecerán. Y más información sacarán. Pero tampoco importa, porque ni siquiera tenemos que molestarnos en pensarlo. El proceso es tan cómodo que ni disgusta. Es como las compresas con alas, no se nota. Sin embargo, la próxima vez que te toque renovar el seguro y te lo hayan subido, pregúntate si tras esa decisión no hay un Freemium.

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