Al final de la historia, resulta que el enemigo estaba en casa. Después de tantos años con la vista puesta en el espacio (extraterrestres malintencionados, meteoritos que parecen tener bastante inquina hacia nosotros…), en el otro lado del telón de acero, en esos malvados indios que, tras plumas y pipas de la paz, ocultaban maldad y otros muchos, no, el enemigo era un amigo. O, al menos, eso es lo que se deduce de una reciente conversación entre Steven Spielberg y George Lucas, en la que ambos afirman que que la tecnología va a acabar con Hollywood.
Más concretamente, se refieren a que las actuales posibilidades de ocio basadas en la electrónica de consumo. Estas, sumadas a que todos disponemos, cada vez, de menos tiempo para nosotros mismos, hace que muchos usuarios opten por jugar una partida a la consola o ver un episodio de sus series favoritas (o una película, claro) en Netflix, en vez de ir al cine a ver un estreno. El problema es que, con el planteamiento actual de la industria de Hollywood, la rentabilidad se sostiene en el funcionamiento de los títulos en salas, mucho más que en los servicios de vídeo bajo demanda, alquiler, etcétera. Todos estas vías de distribución siempre han sido secundarias para Hollywood, que sólo tiende a funcionar a base de «taquillazos».
Esto, en principio, puede tener sentido. Dedicar una tarde entera a ir al cine, es un privilegio que, por falta de tiempo, muchas personas no se pueden permitir. Sin embargo, es un poco «trampoco» el obviar en esa conversación otros aspectos bastante relevantes. El primero, y fundamental, es la falta de imaginación en Hollywood. El modelo de grandes superproducciones, en las que priman los efectos sobre la historia, empieza a estar caduco. Ya no es suficiente con tener un cartel lleno de estrellas y unos efectos especiales que te dejen con la boca abierta.
Otro aspecto muy importante es que, por alguna razón, gran parte del talento que hasta hace unos años podíamos disfrutar en el cine, parece haberse trasladado a la televisión. A medida que el cine ha ido perdiendo seguidores, las series de televisión han comenzado a convertirse en un fenómeno de masas. Series de intriga, comedias, dramas… hay de todo y para todos los gustos. Por duración, se suelen ajustar mejor a la falta de tiempo de la que hablábamos antes y, además, pueden ser vistas en cualquier momento.
Así, puede que la tecnología (y los hábitos de vida actuales) puedan haber puesto a Hollywood contra la pared. Pero, seamos honestos, ¿no será, más bien, que los estudios no han sabido adaptarse a los cambios?