Las agencias del copyright europeas cobran derechos ilegales 1

La SGAE no es la única sociedad de recaudación de derechos europea que está inmersa en un fuerte escándalo. Su equivalente alemán, la GEMA acaba de ser acusada de cobrar, incluso con malos modos, por autores con canciones licenciadas como Creative Commons. En esta última ocasión, reclaman derechos por cinco canciones interpretadas durante una competición de música Creative Commons, y posteriormente publicadas en disco para recaudar fondos para una ONG. Los del copyright alemán insisten en el cobro, y no quieren reconocer que se trata de un error.

Justifican la factura extendida a nombre de los organizadores del festival bajo el pretexto de que «hay muchos autores y que tienen nombres muy parecidos». De nada ha servido de los propios autores de las canciones se pongan en contacto con la GEMA para advertirles de que no han firmado ningún contrato de representación del copyright con ellos, y que además sus canciones pertenecen voluntariamente al dominio público bajo licencia Creative Commons. Entonces los de la GEMA han declarado que «seguro que, sin querer, los autores se habí­an olvidado de registrar las canciones”.

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Es muy probable que esto acabe en los tribunales. Otra asociación de gestión y cobro de derechos de autor que está haciendo todo lo posible por ganarse la animadversión del público es la SABAM belga. Un programa satí­rico de la televisión de dicho paí­s ha destapado un escándalo de proporciones monumentales. Acusan a dicha sociedad de cobros irregulares, como por ejemplo exigirle un canon a un comerciante porque tení­a la televisión puesta en su cocina privada, pero se oí­a ligeramente en la tienda situada al otro lado de la pared. De igual manera exigí­an 30 euros a los estudiantes de un colegio mayor por poner música durante una fiesta estrictamente privada.

Sin embargo la acusación más grave es la de cobrar por artistas inexistentes. En el mismo programa de televisión, los guionistas se inventaron diversos grupos y cantantes tomando los nombres de conocidos electrodomésticos y marcas de alimentos orientales, y avisaron a los de la SABAM de que estos autores iban a participar en un concierto. Automáticamente recibieron una factura de la entidad de gestión que insistí­a en que dichos autores (inventados) pertenecí­an a la sociedad, y en consecuencia era obligatorio el pago.

Cada vez más artistas modestos en paí­ses de toda Europa deciden salirse de las sociedades tradicionales de gestión de derechos de autor. En muchos casos están perdiendo contratos porque los organizadores de los conciertos pueden satisfacer sus tarifas, pero no el coste añadido del pago de derechos cada vez que se hace un concierto. La solución no es que los pequeños autores reduzcan este dinero en sus facturas, porque lo cierto es que muchos de ellos, con el injusto sistema de cobro de derechos vige4nte en muchos paises, jamás verá un solo euro del dinero que las organizaciones cobran en su nombre.  Tras una investigacion oficial que ha durado tres años, la SABAM belga acaba de ser acusada en tribunales de quedarse con el dienero de algunos artistas.

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