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«Dirán mañana ‘no la apretó’, pero, ¿qué tengo que apretar?». El propio Andreu Buenafuente se la vio venir durante la entrevista que le hizo anoche a la ministra de Cultura, íngeles González-Sinde, en la que la polémica ley antidescargas bautizada con el nombre de la propia titular pasó pasi inadvertida. «Me imagino que el futuro será pagar por contenidos, pero eso sí­, tenemos que pagar poco«, fue posiblemente la reflexión más directa del presentador, a lo que obtuvo una respuesta brumosa por parte de la ministra.

«Cuanta más oferta legal haya, más competencia y más oferta, y por tanto, precios más competitivos«, fue la respuesta de González-Sinde. En este sentido, añadió que el objetivo de la industria cultural española es que no se quede rezagada con respecto a la de otros paí­ses. No obstante, poco se dijo del interés de algunas plataformas internacionales, como Netflix, por entrar en España y de las cortapisas que la actual legislación que regula los derechos autor impone a este tipo de servicios.

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Y es que unas horas antes de que pudiésemos saber a través del diario El Paí­s que casi ocho de cada diez productos culturales que se consumen en España proceden de canales no autorizados por los autores y editores (según un informe de la industria), la ministra Sinde insistí­a en definir Internet y sus posibilidades como «nuevas tecnologí­as».

No obstante, parece que la titular de Cultura insiste en asignar a los usuarios de Internet un papel con el que éstos no se identifican al nivel que describe la ministra: «la gente se preocupa de que cualquier ley sea hecha con el máximo respeto y cuidado«, que es precisamente lo que achacan quienes critican la Ley Sinde. Esto es, la carencia de respeto y cuidado a la hora de articular herramientas que permitan meter mano a páginas web desde nuevos organismos designados a dedo por el Ministerio de Cultura.

Pese a todo, cuando Andreu Buenafuente le preguntó a la entrevistada porqué los ciudadanos equiparan esas herramientas con instrumentos para censurar contenidos, la ministra González-Sinde se limitó a describir dos puntos.

Por un lado, la evolución del analógico al digital en la difusión de contenidos (un cambio de modelo, en definitiva, que el propio Teddy Bautista se esforzó en desmentir hace unas semanas). Y por otro, la necesidad de combatir la «economí­a sumergida» (es decir, ingresos de las empresas que no pasan por el fisco…) procedente de los beneficios que pueden generar las llamadas webs de enlaces gracias al tráfico de visitas que produce el interés de los usuarios en descargar material protegido.

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