Libros electrónicos, las pantallas del eReader se puede hacer en papel de verdad

Los expertos insisten en que a la prensa en papel, o vegetal, como la llaman algunos, le quedan cuatro fiestas, pero esta es una afirmación que hay que tomar con las debidas precauciones, porque los lectores de libros electrónicos son todaví­a incómodos, voluminosos, y caros. Puede que esto esté a punto de cambiar, porque un equipo de la Universidad de Cincinnati acaba de demostrar que bajo ciertas condiciones, es posible convertir una hoja de papel en una pantalla para un lector de libros electrónicos.

El investigador jefe, Andrew Steckl, afirma que inició la investigación porque «en estos momentos, nada se ve mejor que una hoja de papel tradicional impresa con tinta«. Por eso decidieron emplear el papel para la creación de pantallas de tinta electrónica, que siguen siendo de papel, pero que además son capaces de almacenar y cambiar la información que muestran. Como ventaja adicional, estarí­amos hablando de lectores que trabajan a todo color, y que serí­an desechables.

El proceso que emplean estos investigadores se llama electrowetting, que en español sonarí­a algo así­ como “electrohumedecimiento” o electroimpregnación. Consiste en mover pequeñas gotas de pigmentos coloreados, de un pixel a otro mediante cargas electromagnéticas. Esto se lleva a cabo sobre una hoja de papel. El sistema de «electrohumedecimiento” ofrece mejores colores, respuestas mucho más rápidas, e incluso mejores capacidades de ví­deo que en las actuales pantallas de tinta electrónica. A cambio, el consumo eléctrico es muy parecido.

Ya hay algunas compañí­as como Liquavista o Plastic Logic que se han creado prototipos de lectores de libros electrónicos en color basados en esta tecnologí­a, aunque aplicada sobre una hoja delgada de cristal, en lugar de sobre papel, con resultados muy prometedores. Los investigadores de la Universidad de Cincinati afirman que sobre hojas de papel se obtienen los mismos resultados que sobre láminas de cristal, pero con mayor flexibilidad, y a un coste mucho menor. El lunes podrí­as comprar un lector por menos de un dólar, y el domingo, una vez desgastado, podrí­as tirarlo a la basura.