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La ministra de Cultura, íngeles González-Sinde, está de mala pata. Por si con la polémica ‘ley antidescargas’ no tuviera bastante, el pasado 15 de diciembre anunció a bombo y platillo que los libros electrónicos dispondrí­an de un IVA reducido hasta el 4%. Un porcentaje gravado de igual manera en los libros que compramos en papel. Pues bien, esta semana la Unión Europea se ha encargado de confirmar todo lo contrario. Y es que los Estados miembros no tendrán potestad para aplicar esta reducción sobre los libros electrónicos que no se hayan adquirido en un soporte fí­sico, es decir, que se hayan descargado directamente a través de Internet.


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Esto quiere decir que la rebaja del IVA sólo se podrá aplicar en aquellos libros electrónicos adquiridos a través de un soporte fí­sico, como por ejemplo un CD o un pendrive. Y no es así­ porque la Unión Europea lo haya inventado, sino porque el artí­culo 98.2 de la Directiva 2006/112/CE dice que los servicios realizados de forma electrónica no pueden tributar a tipos reducidos. De esta manera, los libros electrónicos que descarguemos a través de nuestro ordenador o del propio lector de libros, llevarán gravado el ya tradicional 16% o el 18% cuando en julio aumente el IVA. Muy a pesar de que estemos comprando cultura: la clave está en el soporte.

La transacción electrónica no está considerada por nuestra legislación como un producto, sino como un servicio. Algo que serí­a impensable cuando nos referimos a los libros en papel. El problema lo tendrí­amos a la hora de comprar los ‘servicios’, puesto que éstos tributan en el paí­s del vendedor y los productos lo hacen en el paí­s del comprador. En cualquier caso, las campanas que Sinde echó al vuelo deberán volver a su cauce debido a este fallo interpretativo de una legislación que permanece vigente desde el año 2006.

Fotos de: richardmasoner y stillframe

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