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La Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés) ha hecho público un informe sobre la evolución de la industria musical en el mundo. Nada menos que treinta páginas de llantos, lloros, lamentos y rechinar de dientes trufados con datos parciales y cañonazos contra la compartición de archivos en internet (lo que ellos denominan genéricamente “piraterí­a”) a la que culpan de todas sus desgracias.

Según esta organización, similar en funciones a Promusicae en España, las ventas de música, a nivel mundial, han caí­do un 10% en 2009 y un 30% si nos retrotraemos, desde 2004 hasta la actualidad. El informe se ceba con especial saña en el caso Español, del que dicen que “la apatí­a gubernamental hacia el problema de las descargas ha contribuido a hundir el mercado musical”.

Según la IFPI, España es el paí­s europeo con más descargas entre particulares. El informe asegura que el 32% de los españoles comparte música en la red, más del doble de la media europea. En cifras de ventas, la caí­da del mercado español en 2009 es del 17%.

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Inopinadamente, el informe también hace constar que las ventas de música en formato digital no sólo han aumentado exponencialmente en el mismo perí­odo, sino que siguen haciéndolo. Según la IFPI, las ventas de música digital crecieron un 12%, a nivel mundial, en 2009. Si lo consideramos desde 2003 hasta ahora, la venta de música online ha aumentado un 30% y, en este momento, supone un 27% del total de ventas de la industria discográfica. En España, el crecimiento es del 10,6% y supone el 15,3% del total.

El informe también constata datos acerca del imparable crecimiento de este modelo de negocio. De 50 servicios de venta de música en internet en 2003 hemos pasado a más de 400. De tener disponibles un millón de canciones online, hemos pasado a tener 11 millones. De 20 millones de euros de beneficio, ahora la industria se lleva 42.000 millones de dólares.

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Pese a estas cifras tan positivas, el informe asegura que la industria discográfica se muere, que la culpa es de la piraterí­a y no se cansa de pedir mano dura a los gobiernos y más implicación a los proveedores del servicio. En varios puntos del informe se menciona la efectividad del uso del “palo y la zanahoria”. Parece ser que, para los responsables de la IFPI, los consumidores de su música estamos más próximos genéticamente al asno que al simio. También se asegura que el conocimiento de la ley, por parte de los ciudadanos, no hace que la ley se cumpla más. Sólo el castigo hace cumplir la ley. Stalin se sentirí­a orgulloso.

No se entiende cómo, si las ventas caen por una parte pero suben por otra, el modelo está tan descompensado. Así­ que, antes de continuar con más cifras, escarbamos en el informe para intentar averiguar a qué se refiere exactamente ese nebuloso concepto de “ventas” al que se alude contí­nuamente. ¿Son discos vendidos? ¿Canciones? ¿Euros? Por fí­n, en la página diez del informe se alude al aumento del 12% en la música online utilizando otro término más esclarecedor: “beneficios”.

A la luz de este término, comienzan a entenderse muchas cosas del informe. La IFPI se queja amargamente de que sus beneficios han caí­do en picado desde 2004. No es de extrañar teniendo en cuenta que la industria musical se empeña en querer seguir vendiéndonos trozos de plástico con surcos grabados. El modelo de negocio digital sube como la espuma, si, pero es incapaz de mantener por sí­ sólo el mastodóntico entramado de proveedores, distribuidores, vendedores y, en definitiva, intermediarios, que chupan del bote en el proceso de comercialización de un CD o un vinilo.

La música digital se vende más, pero mucho más barato, los márgenes de beneficios caen y la industria intenta culpar de su propia enfermedad terminal a presuntos agentes externos. En este caso, a los malvados internautas que comparten archivos, práctica que nunca les molestó en los 80, cuando se grababan cintas, quizá porque participaban en parte del pastel de la fabricación de cassetes.

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En otro punto del informe Rob Wells, Vicepresidente de Universal Récords hace referencia a lo que, para la industria musical es la utopí­a: “vender 1 euro de música a un millón de personas en vez de 10 euros a mil personas”. Wells está en lo cierto, pero en el camino a esa utopí­a, la industria cree ver una enorme roca llamada “piraterí­a”. En aras de dinamitar esa presunta roca, la IFPI pide castigos, mano dura, restricciones, desconexiones, multas y una internet totalmente regulada, compartimentada y pulcra en la que sólo los sitios autorizados puedan distribuir, previo pago, música. La utopí­a de la industria musical es bonita pero, desgraciadamente, para cumplirla habrí­a que aplicar severas restricciones sobre libertades de los ciudadanos. Restricciones como las que el Gobierno pretende aplicar con su antidemocrática «Ley de Economí­a Sostenible». Todo esto se parece mucho a las «utopí­as» que imaginó George Orwell y tan sólo esperamos que, a la postre, la clase polí­tica tenga un destello de inteligencia en la negrura habitual y se imponga el sentido común.

El problema dejará de dar tanta guerra cuando el modelo de negocio discográfico actual llegue, por fí­n, a su colapso, de forma natural, cuando se facilite la compra de los archivos online y los modelos como Spotify, que por cierto vende más que iTunes en su paí­s natal, Suecia, se generalicen. Mientras tanto, 9 de cada 10 medios de comunicación seguirán tragando los informes tal y como los reciben en sus redacciones.

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