Los poseedores de un reproductor MP3 ya no son delincuentes sólo para la SGAE. También los son para la intrépida policía británica, que no vacila si tiene que reducir por la fuerza al que lleve uno en el bolsillo. Eso es lo que le sucedió a Darren Nixon, el (¿presunto?) criminal que ves en la foto de arriba, armado con su reproductor Philips de 4 gigas.
Sucedió cuando el joven de 28 años caminaba hacia la estación de autobuses al salir del trabajo. “En ese momento alguien tuvo que ver mi reproductor MP3 sin que yo me diese cuenta”, dice Darren, que subió tranquilamente al vehículo sin percatarse de que varios coches de las fuerzas de seguridad le estaban siguiendo. La música procedente de sus auriculares no le dejaba escuchar las sirenas que sonaban por detrás.
Debió llevarse un buen susto cuando, bajando del autobús y emprendiendo su camino al hogar, se encontró a numerosos policías apuntándole con pistolas y exigiéndole que levantase las manos. Tras llevárselo a comisaría, hacerle una ficha fotográfica, tomarle sus huellas dactilares y hacerle pruebas de ADN, los agentes se dieron cuenta de que habían confundido su reproductor musical ¡¡con una pistola!! Cuando fueron conscientes de su metedura de pata, le llevaron a casa y le ofrecieron unas escuetas disculpas.
No vamos a explayarnos describiendo las diferencias entre el Philips GoGear de Darren y una Beretta o una Desert Eagle, porque es evidente que saltan a la vista. Pero lo que le sucedió a este joven británico podría dejar de ser un caso aislado y convertirse en una costumbre en caso de que los gobiernos insistan en espiar hasta nuestros ordenadores.
Con esta actitud propia de la inquisición y de países donde los derechos humanos no existen, cualquiera que lleve unos auriculares por la calle podría ser sujeto a un «registro digital» de sus dispositivos para comprobar qué tipo de archivos lleva almacenados.
Vía: El País
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