Casas de lujo sumergidas y enterradas 4
No son casas de cine, pero casi. La excentricidad de estos hogares lujosos y futuristas radica en que se esconden, parcial o totalmente, debajo de la superficie, ya sea la del mar, caso del Jelly-Fish 45, o la de la propia tierra, como sucede con los silos de misiles reconvertidos de Missile Bases. Dudamos que el Gobierno vaya a subvencionar el alquiler de estas viviendas. En cualquier caso, vamos a ponernos el traje de chaqueta de un vendedor inmobiliario para mostrarte cómo son por fuera y por dentro. Pase, por favor.


Casas de lujo sumergidas y enterradas 4
Jellyfish significa «medusa» en inglés. De ahí­ el nombre y la forma de esta vivienda anfibia, que recuerda mucho a algunos hoteles subacuáticos. En total, mide 10 metros de alto por 15 de diámetro, y está compuesta por cinco plantas distintas, conectadas por una escalera central con forma de espiral. Por encima del nivel del agua (de arriba a abajo) nos encontramos con un estudio, un dormitorio, una planta con cocina y baños y la zona de invitados, con su propio cuarto de baño. En último lugar, y con el suelo a tres metros por debajo del agua, un observatorio con vistas al mar, desde el que podemos sacarle la lengua al primer tiburón que pase.

La estructura está hecha de plástico reforzado con fibra de vidrio, además de materiales acrí­licos para la bóveda inferior. El diseño corre a cargo de Giancarlo Zema y cuesta nada menos que 2,5 millones de dólares (aproximadamente 1,76 millones de euros). No está al alcance de cualquiera, pero bueno, si se paga entre seis personas, que es la capacidad de la casa, sale a menos de 300.000 euros por cabeza.
Casas de lujo sumergidas y enterradas 4
Vivir bajo tierra es un poco más económico, ya que las casas más lujosas de Missile Bases cuestan 1,5 millones de dólares (poco más de 1 millón de euros). El problema es que hay que trasladarse a Estados Unidos para vivir en una de ellas, ya que están dentro de silos de misiles y refugios nucleares construidos allí­ durante la Guerra Frí­a.

Si en muchos paí­ses, con Estados Unidos a la cabeza, ahorran espacio construyendo rascacielos, ¿por qué no hacer lo mismo pero ganando terreno por debajo? Esa es la filosofí­a. Sólo hay que acondicionar los refugios y los túneles. Lo malo es que las vistas serí­an un poco deprimentes, si las hay. Pero cuando uno quiere encerrarse durante un tiempo por motivos de estudio o trabajo, no hay mejor solución.

Ví­a: Gizmodo / Bornrich

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