La justicia, a veces, es injusta y las leyes están fuera de lo racional. Mira lo que le ha pasado a Jimmy Sjostrom, un tribunal sueco le ha condenado a pagar una multa de 20.000 coronas suecas (unos 2.100 euros). El delito cometido por este individuo de 45 años: compartir cuatro canciones por Internet. ¡Más de 500 euros por canción!. Cómo está el percal en el país escandinavo.
Puede que Suecia tenga, según la ITIF, una de las conexiones a Internet más rápidas y baratas del mundo. Pero si miramos cómo se gestiona en este país los derechos de autor y las redes P2P, la calificación baja hasta el suspenso estrepitoso. En este sentido se puede decir que están en la Edad media y que la inquisición sigue actuando. En este caso se declara brujo a alguien en nombre de los derechos de autor.
Desde 2005, en Suecia, descargar archivos con derechos de autor protegidos de programas como eMule o BitTorrent es completamente ilegal . Ni libre intercambio de ficheros ni nada. En España las cosas son un poco distintas, aunque nunca se sabe si volverá la inquisición. De hecho y, de momento, aquí sólo pueden condenarnos si se demuestra que usamos esos archivos con ánimo de lucro.
La IFPI (siglas en inglés de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica), que es una asociación internacional de multinacionales del disco, ha mostrado su regocijo por la sentencia. «Compartir archivos de forma ilegal es caro, cuando hoy en día hay alternativas más baratas y legales disponibles en Internet», dicen en un comunicado.
Se entiende que las discográficas llevan muchos años cobrando de forma abusiva cada canción que escuchamos. Se entiende que quieran mantener esta posición de privilegio injusto. Pero es necesario que los gobiernos comprendan que es injusto y contrario al progreso mantener por ley el enriquecimiento de unos pocos a costa de la mayoría.
Todos tenemos que trabajar para ganar cada día el pan. En cambio, la filosofía de los directivos de las grandes compañías discográficas y las sociedades de autores es levantarse cada mañana para hacer caja. Y justifican sus pingí¼es beneficios, sus canones abusivos y su vida regalada poniendo a los pobres y explotados autores como parapeto. Unos autores que, en realidad, terminan recibiendo las migajas que gestionan estos personajes.
¿Y qué va a decir si no la IFPI? Al fin y al cabo es una organización de la industria discográfica, empeñada en hacernos pasar por caja, incluso a la hora de hacer copias privadas completamente permitidas por la ley. Para ello nos cobran el canon.
Vía: 20minutos